Antes, cuando me sentía así sólo tenía que sentarme bajo las estrellas y pensar un rato, ahora no hay estrellas que iluminen los caminos de aquel que sueña con encontrar el que le haga feliz, todos ellos lucen igual de oscuros, mas en la oscuridad los corazones se pierden y los sin-corazón son quienes llaman a la ya cansada mente, queriendo emborracharse como única salida, mientras el sentimiento espera a esa chica que le diga «ven, haré que vuelvas a amar la vida». El chaval, confuso, se sentía uno más de la sociedad, uno más entre la multitud, y es que sus ojos sólo veían gente, hasta que llegó ella y le dijo «ven, haré que te sientas diferente al resto». A la vez, algo latente que tenía en el pecho despertaba, y colmaba su visión de luz, sus oídos de música, y su cabeza de poesía. Él le preguntó «¿quién eres tú, y por qué yo?», ella hizo el silencio, se limitó a callar, y sonrió, le mostraba un pequeño empujón que el destino le daba para continuar caminando. Aunque el camino estaba oscuro, él tenía fe, porque ella estaba a su lado.
Abrió los ojos, y vió que esa luz no era más que el amanecer entrando por su ventana, el primer haz de la mañana apagándose en sus ojos, pero él lo entendió, que tras la más oscura noche, siempre viene una estrella mas brillante que las demás, e iluminará la senda de los sin-corazón y la destruirá, pues no era más que oscuridad, y la oscuridad lo engulle todo. Él, armado con una esperanza ciega, cogió el camino más largo, a pesar de que todos acababan en un mismo momento. Y caminó durante todo el día, hasta ver el Sol ponerse en el Oeste; su vida no había cambiado, era la misma. Él se sentó sobre una piedra, asolado, esperando a las estrellas como solía hacer, y rompió a llorar. Entonces él oyó «ven, haré que seas único», y levantó la cabeza, y se preguntó «¿qué rayo es el que muere y cual ilumina, el primero del alba o el último del ocaso? Eres tú ..», «el último en morir es la esperanza, y el que ilumine nuestro camino será la ilusión. Ven, haré que veas la luz de una nueva historia, que comienza ahora, con nosotros», fue respondido.
Entonces, él, se puso en pié cerrando los ojos, condenó su alma entregándosela a su corazón, cogió su mano bajo una tenue pero inmortal luz, que alumbraba de manera conjunta alma, razón y corazón. Con está luz, capaz de eclipsar lo más oscuro que habitaban dentro suya y de su acompañante, consiguió fundir los corazones de dos personas diferentes en uno gracias al calor de su llama. Con este sentimiento, él abrió los ojos, y la miró fijamente, y sin apartar la mirada, ambos saltaron al vacío del sentimiento, cogidos de la mano, con lazos en el corazón y sus almas desnudas. «Ven, a partir de ahora iremos juntos».
viernes, 16 de agosto de 2013
Él, ella.
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